viernes, 30 de octubre de 2009

[remembering to think, 3]

caí. que me perdonen las diosas y mis lectores. ¿cuál de las adicciones me tomó como prisionera de nuevo? no fue el A; es muy complicado encontrarlo en la forma precisa, ya que no tengo cómo comprarlo, y los que compran como para compartir no tienen los mismos gustos que yo. por lo tanto, no fue A por falta del momento conveniente, supongo. el F tampoco fue; una vez que me desconecté (figurativamente) de esa máquina, me sentí mil veces liberada y, aunque sería conveniente de vez en cuando, no he caído a esa adicción.

fue el S.

caí una vez pero sentí que eran mil veces, y cada vez - mejor dicho, cada fracción, cada división imaginada, alucinada de la ocurrencia real - era maravillosa. todos mis sentidos se reactivaron y se ultra-activaron, y por los cielos ¡juro que nunca me he sentido tan viva! y qué manera de vacilar entre oposiciones binarias. estuve bajo su control, me tiró al piso y me lengüeteó entera, de principio a fin, y mi alfa se hizo su omega. volqué mi cuerpo, volteando la cámara, arrebatando la escena, y todo estuvo boca abajo, ahora yo en la silla del rey. me miraba con ojos ansiosos, pidiendo yo qué sé, y su mirada, ese sol, esa luna, punzantes sus ojos, me lo pedían todo. (no lo sé todo; no le pude entregar nada.) ¿qué hice? me senté sobre su cuerpo, a horcajadas, y entre carcajadas, le miré. le acaricié con mis ojos cada pulgada de su ser. entré por su ombligo, y caminé por sus tobillos, hasta llegar a sus memorias, y su olvido. fui su voz, su alma, y su fallecer. (fue mi caída; fui su caída; intercambio justo.)

me enredé en un caer tan rico que pensé no levantarme. con mis piernas abrazando su cálido cadáver y mis manos toqueteando su pelo - células que llegaban a la mirada siempre muertas - confundida, me quedé. inmóvil. de apoco regresó esta cosa que llaman la lógica, o la razón. dudé. algo me dijo que tenía que vestirme, y escapar. (¿pero por qué escapar si no había hecho nada malo?) me paré, busqué mi mahón, mi camiseta. una vez puesta la ropa, agarré las chanclas y me despedí de mi caída.

¿y a dónde ir sino al compu? y bueno, aquí estoy. esperando que no me encuentren, y que me perdonen mi caída.

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