viernes, 13 de noviembre de 2009

[escrito en carbón sobre hojas de trinidad]

con el pequeño papelito en mi mano izquierda reviso
camino subo las escaleras lentamente--
     con la seriedad de alguien que va a visitar a un viejo amigo al
     que no ha visto en años
     al que quizás no sabrá saludar
           ni qué decirle--
llego

vuelvo al mapa reviso no
quiero que quede duda

paso por debajo de un techo
inalcanzable apenas distinguible me
pierdo entre pensamientos y memorias pero
logro llegar

me quedo quieta frente a los numeritos   pasan unos segundos
tengo que pensarlo un poquito más   no sé si estoy lista

inhalo
profundo
paso

tomo dos pasos y
pauso suelto el primer bolso lentamente el peso
es demasiado para seguir con él

reviso los números a la izquierda las
minúsculas letras con
demasiado cuidado
no quiero perderlo suelto
el segundo
bolso mi espalda se ha cansado

encuentro la fila pierdo
el aliento repentinamente
quizás me sorprendió más el perder el aliento que la razón por la cual lo perdí
da igual 
ya lo encontré

guardo el papelito

alzo mi mano lentamente
la extiendo hacia adelante-
tiembla
un poquito
poco
a poco
y percibo
me percato
de estar tocando
la superficie
más áspera
de lo que
anticipo
oscura
con
su
numerito de identificación bien escondido, como si alguien quisiera hacerme trabajar
para encontrarlo

antes de sacarlo
pauso
quizás tenga un poquito de miedo
tengo
es que tengo 
tantas decisiones que tomar en la vida en 
esta semana    casi siempre sé que saldrá más o menos bien pero 
con estas cosas 
nunca sé

como si se hubiese planificado así, saco, abro, leo, y pasa poco tiempo (o mucho, no estoy segura) y me topo con cinco hojas escondidas entre las demás hojas--la verdad es que no las conté y sé que son más no quería cuantificar esa sorpresa--y justo ahí, en ese instante el segundo sin número porque nadie contó, ahí se cae todo, ahí, entre dos bolsos tirados sobre el piso, dos zapatos perdidos de sus dos pies, o quizás uno, no sé, ahí, justo ahí empiezo a llorar, y mis lágrimas tiñen tus antiquísimas hojas, y al ver que he deshecho el trabajo de tantos años, los que te habrá tardado en secarlas, me pongo aun más triste, y miro la hora y veo que no me da tiempo para intentar secarlas de nuevo--mi reloj también está empañado.  tendré que dejarlo ahí, todo justo ahí, y aprender a contar las páginas que me faltan para volver a ti.

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